“Espías en la sombra”.
La primera misión de Julie Depardieu y Marie Gillain en el largometraje de Jean-Paul Salomé consiste en rescatar a un personaje clave para la victoria francesa. Parte de la treta consiste en un sugerente striptease que, desde aquí, vitoreamos. ¡Vive la France!
Espías en la retaguardia (I de III, si procede)
Señor Director, queridos Lectores. Soy consciente de que este texto puede parecer surrealista, no tengo duda. Pero la línea entre lo real y lo aparente es tan efímera que solo una perspectiva global e histórica inclina la balanza a un lado o al otro. Juzguen ustedes, yo ya saqué mis conclusiones.
Todo ocurrió una semana antes del accidente. Regresaba de ver una exposición de la artista sevillana Inmaculada Salinas en la que daba algunas claves sobre la relación del poder con el arte y lo femenino en un mundo globalizado.
Me esperaban en la Plaza de los Refinadores la socióloga londinense Priscilla Thurlby y El torero, mi compañero de trabajo.
Mis amigos estaban a la sombra de una palmera y al olor de los jazmines. Escuchaban a Eric, el indigente más antiguo de la urbe. El abogado belga, de apenas un metro sesenta de altura, de ojos de azul profundo mediterráneo y pelo rubio tostado al sol de Sevilla, que llegó a la ciudad en la expo del 92 y ya nunca regresó a Flandes, explicaba a los oyentes, como si de un catedrático de derecho civil de la Hispalense se tratara, el papel de los espías.
Hay dos tipos de agentes secretos -nos decía-, los que están en zona de conflicto y los espías en la retaguardia. Los primeros se camuflan en las ONG, de periodistas o de hombres de negocios. Los segundos, los componemos los llamados indigentes, somos una tupida red de agentes que estamos a pie de calle, olemos el polvo del contraespionaje y preparamos las acciones para el frente. En España, tenemos tres grandes redes de operaciones, en Barcelona, en Sevilla y en Madrid. En esta ciudad estamos sufriendo un duro ataque. Posiblemente fruto de un agente doble. El ayuntamiento pretende sacarnos de las calles y llevarnos a las afueras a campos de concentración.
Los tres seguíamos las explicaciones de Eric, al que nunca vi borracho y siempre me pareció una persona educada, culta y limpia a pesar de vivir en la calle.
Estamos en medio de la Tercera Guerra Mundial. La democracia es hoy la palabra sagrada y los apóstoles y sus discípulos viven en los países desarrollados. Ya no hay espacio para la resolución pacifica de los conflictos y volvemos a la ley del Talión. El objetivo es salvar a la humanidad aunque se corra el riesgo en el empeño de su propia destrucción.
Así nos decía Eric, como prefacio de toda una cascada de acontecimientos y claves a contar.
Marcos González Sedano
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